Imagínate una forma diferente de construir o rehabilitar edificios que tenga en cuenta su entorno local, su ubicación, el clima de la región y las condiciones generales que rodean la casa. Y todo para hacerlo medioambientalmente más responsable. Ahora deja de imaginar, porque esa forma de hacer casas tiene nombre: es la arquitectura bioclimática.
¿Qué es la arquitectura bioclimática?
Este concepto hace referencia a la construcción de edificios adaptados al clima de la zona, en lugar de aplicar el mismo tipo de arquitectura independientemente de dónde esté situada la casa. Como no es lo mismo construir en Galicia que en Sevilla, la arquitectura bioclimática busca adaptar la construcción a las condiciones de humedad y de temperatura de la zona, entre otros criterios, para mejorar la eficiencia energética.
En cierto modo, esto no es algo nuevo. Si viajas por el mundo o incluso solo por España, puedes apreciar cómo cambia el tamaño o disposición de las ventanas, los tejados, la altura de los edificios, etc. Sin embargo, con la arquitectura bioclimática, se busca aprovechar las innovaciones arquitectónicas, técnicas y tecnológicas para sacar el máximo rendimiento a esta idea.
Además de lo mencionado, la arquitectura bioclimática también basa su filosofía en evitar los materiales contaminantes, mejorar el bienestar y la biodiversidad del lugar, hacer un uso eficiente de la energía, tener en cuenta el tipo de materiales para la construcción y optimizar también el uso del agua.
Así, una zona fría y húmeda necesitará materiales más aislantes o incluso muros más anchos, que una zona más cálida. Lo mismo ocurre con las ventanas, la disposición de las mismas, la orientación de ellas en base a las horas de sol, etc.
Objetivos de la arquitectura bioclimática
En este punto, lo primero que tienes que saber es que los edificios son los responsables del 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero y del 40% del consumo energético de la Unión Europea. Por este motivo, desde Bruselas han lanzado una serie de iniciativas que obligan a que los nuevos edificios deben ser neutrales en cuanto a emisiones a partir del 2030.
Toda esta normativa, y el propio desafío climático, es lo que impulsa a la arquitectura bioclimática, ya que busca la eficiencia y la reducción de la huella de carbono de la construcción. Aunque, quizá, este enfoque va un poco más allá, puesto que también busca ser respetuoso con el entorno, por ejemplo, a la hora de aislar ruidos o respetar la propia biodiversidad de la zona.
Principios de este modelo de diseñar casas
Los principios de la arquitectura bioclimática están muy claros: respetar el entorno y el medioambiente y adaptar la construcción a las condiciones climatológicas de la zona. Para ello, se aplican distintas estrategias de construcción para las cuales se hace uso de la tecnología actual. Así, se puede saber la temperatura media de esa zona en concreto, la humedad exacta, las horas de sol, la orientación y todos los detalles técnicos necesarios para planificar la construcción de la vivienda de la manera más eficiente.
Todos estos principios buscan aumentar la eficiencia en los consumos eléctricos, especialmente. Sobre todo, para no gastar tantos recursos para mantener el calor en invierno, pudiendo sustituir horas de calefacción por materiales más aislantes o una mejor orientación del edificio. Lo mismo ocurre en verano con el calor y las horas de aire acondicionado.
Estrategias de la arquitectura bioclimática
Ahora que está claro lo que busca la arquitectura bioclimática, vamos a ver cómo se trasladan todos estos conceptos sobre el papel a la realidad de la construcción:
- Orientación: la orientación del edificio es fundamental para priorizar las horas de sol en las zonas más frías y así reducir el consumo eléctrico para mantener el calor. Pero, en las zonas cálidas es igual de importante para tratar de evitar la entrada del sol en las horas más calurosas del día.
- Tamaño y altura: el tamaño del edifico o de la casa es igual de importante. En las zonas cálidas se puede optar por casas más bajas y anchas, mientras que en zonas más frías los edificios pueden ser más altos y estrechos.
- Color: el color es también fundamental, ya que el blanco consigue repeler el sol, mientras que los tonos oscuros atraen más los rayos del sol y el calor.
- Ventanas: la disposición de las ventanas, el tamaño, la altura y la colocación, además de los materiales que se utilicen son fundamentales para jugar con las horas de sol y adaptarse a las condiciones climáticas de esa zona en concreto.
- Materiales: los materiales, además de aislantes, deben ser lo menos contaminantes posibles para evitar dañar al planeta, igual que ocurre con la decoración sostenible.
- Ventilación: la ventilación del edificio es fundamental para evitar fugas de calor, entradas de frío y mejorar la calidad del aire interno. El calor del aire que se expulsa a través de la ventilación se transfiere al aire fresco que entra mediante un intercambiador de calor, lo que ayuda a evitar pérdidas térmicas.
- Uso del agua: la eficiencia en el uso del agua es otro de los grandes retos. Para ello se utilizan tuberías que prevengan las fugas, pero también sistemas de ducha o de grifos que prioricen el ahorro.
- Vegetación: en zonas calurosas, se puede hacer uso de la vegetación externa para evitar que el calor entre al edificio y se pueda mantener el interior más fresco.
- Acumuladores térmicos: los intercambiadores y las bombas de calor tienen la capacidad de capturar y retener el calor producido por sistemas de calefacción o la radiación solar, lo que ayuda a prevenir pérdidas energéticas.
- Confort higrotérmico: esto tiene que ver con el uso de sistemas que evitan la condensación de la vivienda, para evitar tener que ventilar y perder calor o frío.
Ventajas de la arquitectura sostenible
La arquitectura bioclimática no solamente ayuda al planeta, sino al bienestar de los inquilinos con edificios y viviendas mucho más adaptadas al clima local. Así, se consigue reducir el consumo eléctrico, la huella de carbono, la contaminación acústica o luminosa y otra serie de factores que favorecen a la biodiversidad local y a los inquilinos de la vivienda, también en el ahorro a largo plazo en cuanto al pago de suministros eléctricos.
Estos principios se pueden aplicar en la construcción de edificios y también en la autoconstrucción de tu propia vivienda y su hipoteca autopromotor.